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México DF, Antarctica
escribana que estudió periodismo, ama el rock y sus músicas aledañas, así como la poesía y las relaciones tormentosas

mayo 28, 2010

Crónica Paul McCartney 27may2010













Hizo arder la luz McCartney


Astros y meteoros se pusieron de acuerdo para embellecer aun más la noche del jueves 27, en la cual, en tercera visita a México, el ex Beatle, Sir Paul McCartney, arribó con mayores recuerdos y cariños hacia nuestro país, como para ofrecer un concierto la mar de emotivo y entregado: el primero de dos (el segundo, ayer), como parte de su gira Up and coming 2010. Durante dos horas y media (21:30 a 0:00 horas), a lo largo de un amplio repertorio (38 temas), compuesto por numerosas canciones del cuarteto de Liverpool, así como por muchas que creara en los años 70, ya con su banda Wings o como solista, y unas cuantas de su trabajo reciente, una gigantesca luna llena, posada arribita del proscenio, formó parte de la escenografía, a la par de un cielo negro que amenazaba con caerse, pero que al final sólo arrojó gotillas inofensivas.


La semana pasada, en su página oficial, McCartney hizo una sesión de webchat con sus fans (http://bit.ly/9HIY3V ) en la que adelantó detalles de su visita a la ciudad de México, y enumeró expectativas, memorias: la que narró con más emoción fue esa cuando, en el Palacio de los Deportes (2002), el público comenzó a prender y apagar sus encendedores espontáneamente, a ritmo perfecto: "bellísimo, eso sólo lo he vivido en México", dijo. De manera que antier improvisó, de modo ex profeso, una tonada al canto de "Shining light, Mexico!” (México, luz brillante), en la que pidió se repitiera tal fenómeno, mismo que se dio fabulosamente, para que el Foro Sol sustituyera abajo, ese mar de estrellas reales, imposibles de ver arriba. Conmovido, aplaudió para repetir: "¡Sólo en México!"


Entre decenas de comentarios y saludos en español ("Hola, chilangooos!") el compositor, multinstrumentista, pintor, escritor, activista y explorador de sonidos electrónicos, retro o clásicos, el cantante de casi 68 años, a diferencia de su gira pasada, en que se vio más seco, se mostró más pausado, jovial, humoroso y lleno de energía. No paró de hacer mímicas que manifestaban agradecimiento a su audiencia multigeneracional, misma que rebasaba la euforia para instalarse en la devoción. A lo largo de este viaje mágico pero ya no tan misterioso, Paul refrendó su estatus como una de las figuras más influyentes del rock, indispensable para entender la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX. Si bien se le tilda de ser, comparado con John Lennon, “el que sólo hace tontas canciones de amor", de los cuatro es quien mayor profundidad armónica ha poseído, e históricamente uno de los músicos mejor dotados para la melodía: lo suyo son las notas bellas, la ternura, el vuelo libre. Asimismo, su aportación en el bajo como instrumento frontal, creativo, y no sólo como de base, es imprescindible.


Así, en esta gira, a bordo también de guitarras mil, entre zurdos requintos hendrixeros (tocó un trozo de Foxy Lady), o avezado como es al piano, eligió ser más setentero, épico y explosivo en los temas rocanroleros (con todo y fuegos artificiales en Live and let die), y más lúdico en su selección beatle (a diferencia de su anterior gira, más melancólica, con temas inusitados como She's leaving home, Fool on the hill, You never gime me your money, Carry that weight, Penny Lane). Aunque ahora también hubo momentos de lagrimita con The long and winding road, My love, Two of us, Blackbird, Eleanor Rigby, I'm looking through you y Yesterday. Es curioso que de sus álbumes de los últimos diez años, en que ha tenido un nuevo aire creativo, no incluyera nada de Chaos and creation in the backyard (2005, discazo), sólo una del magnífico Memory almost full (2007), y dos de su guitarroso y notable proyecto alterno The Fireman, del Electric arguments (2008), como si fuera del que más se siente orgulloso.

Entre imágenes beatlescas en enormes pantallas, e impecable sonorización, 55 mil corazones se fueron desgajando, hasta llegar al clímax sensible con Something, para George Harrison, con ukelele solo, y luego con instrumentación completa; las imágenes de Harrison denotaron más cercanía, que cuando cantó Here today (del Tug of war, 1982), dedicada, dijo, "a mi amigo John". Recordó igual a Lennon con Give peace a chance y A day in the life… En fin, un gran concierto, lleno de contrastes, alegrías y almas encendidas.


Difícil se ve que regrese McCartney a México (salvo a Chichén Itzá en 2012), pues ha dicho que ésta es su última gira, aunque nada puede descartarse, pues en 2006 dijo a la BBC: "No me veo renunciando, así deban llevarme en silla de ruedas al escenario”. ¡Larga vida al Beatle más necio, amoroso y prolífico! (setlist completo en patipenaloza.blogspot.com).

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