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México DF, Antarctica
escribana que estudió periodismo, ama el rock y sus músicas aledañas, así como la poesía y las relaciones tormentosas

junio 23, 2022

Venta de boletos #CC22: el abuso descarado

 Ruta Sonora apócrifa
20 de Junio 2022

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Venta de boletos #CC22: el abuso descarado

Gran revuelo e indignación causaron a los amantes del rock internacional de calidad, la semana pasada (https://bit.ly/3zLpMke), las ventas inexplicablemente aceleradas, al punto de agotarse en unas cuantas horas todas las "fases" (usualmente diferidas a lo largo de meses) de los boletos del festival Corona Capital 2022, a ocurrir los días 18, 19 y 20 de noviembre en la Ciudad de México: aparecieron en preventa el lunes 13 de junio y el miércoles 15 se dio por terminada la venta (sold out). Las redes sociales se encendieron de enojo e impotencia, primero por lo inusitadamente alto de los precios de las entradas, en cuanto al contexto y realidad mexicanas, y luego por lo irreal de su fugaz venta: el abono de acceso a los tres días costó $3900 en fase 1 y de $4600 a $6100 en las fases 2, 3 y 4 respectivamente; para boletos por día en área general, la fase 1 no existió para todo público (sólo para afiliados con prioridad) y a partir de la fase 2 costaron de $1890 a $2700 (todo ello sin contar con los precios V.I.P Comfort Pass y Citibanamex Plus, de $4660 a $8801, de las fases 1 a la 3). El miércoles, la venta general para los que no son tarjeta-habientes del banco patrocinador, fue de $1900 a $3000 (fase 1 inexistente; y luego fase 2 a fase 4); el mismo día en la tarde ya no había entradas.

El que se agotaran los boletos tan rápido, de forma inédita en un festival de este perfil, en un momento en que la ciudadanía pasa un momento económico difícil tras pandemia, con precios que casi alcanzaron los 9 mil pesos, causó demasiadas sospechas. No parecían haberse vendido de forma "orgánica" sino artificial a manos de, cabe sospechar, la reventa  local (ilegal en México), que como ya se ha comprobado en diferentes ventanas periodísticas (Ruta Sonora, La Jornada 21/09/18 https://bit.ly/2Nt22dv), suele estar coludida con Ticketmaster.

El segundo desaguisado fue hacer notar lo falso o absurdo de las "fases" de venta. De entrada, ¿cómo es posible que por un mismo producto o servicio, se cobren diferentes cantidades de dinero, a capricho del vendedor, sin mediar condiciones de por medio? Y es que la compañía boletera no publica cuánto tiempo dura cada fase o a qué cantidad de boletos vendidos obedece cada lapso de venta. A decir de la Asociación Civil Belforo, dedicada a la protección del consumidor, "el omitir información por etapa y el condicionamiento a un mayor precio, es una práctica comercial abusiva", según los artículos 25 BIS y 43 de la Ley Federal de Protección al Consumidor (https://bit.ly/3tFRVoU).

En sus inicios, las "fases" tenían razón de ser como oferta de mercado (mientras más anticipadamente se compraran los boletos, más económicos; mientras más cerca el festival, más caros), pues existían fechas aproximadas límite (por ejemplo: primera fase en junio, segunda fase en julio y agosto, etcétera) y la compra iba siendo paulatina, orgánica, creíble. Sin embargo, cuando esta vez los usuarios habituales de tales servicios se percataron de que la compra masiva fue inmediata (algo inusual) y que la mayoría de las quejas en redes consistieron en que no pudieron comprar boletos, no sólo perdieron sentido las "fases" (la variación de precios fue entre un horario y otro, y no entre meses), sino que tal hecho irregular levantó suspicacias e hizo sospechar que la compra pudiera haber sido acaparada por los revendedores. De hecho, en este momento, el único modo de adquirir entradas es a través de la reventa. 

Prácticas irracionales

Si bien el precio de las entradas a conciertos encareció para justicia de los músicos (desde que el negocio de la música dejó de estar en la venta de discos y pasó a estar en los shows, desde hace unos diez años), la mayor empresa de conciertos en México, CIE (Ocesa / Ticketmaster México) se ha aprovechado de los huecos legales que existen en la venta de boletos para estos encuentros, para inventar cargos y variantes de precios a placer. Y quizá cuestan lo mismo las entradas a los festivales en otras latitudes, pero no es lo mismo, no sólo porque el poder adquisitivo en México no es igual al de "primer mundo", sino porque en otros países la reventa es incluso legal, además de que los precios son fijos y no variables mediante "fases" que coaccionen  al cliente para que compre en cuanto inicie la venta ("después estarán más caros o ya no habrá"), y no cuando pueda y quiera. Un ejemplo internacional en contraste: el acceso general al festival Lollapalooza 2022 en Chicago, Estados Unidos (28 a 31 de julio: www.lollapalooza.com/tickets) cuesta 125 dólares, casi lo mismo que la entrada general al Corona Capital (2 mil 500 pesos mexicanos, ya con cargos), pero como se dijo, sólo hay un precio fijo, sin fases (y si estas existen, son paulatinas). Hay quienes defienden tales precios, pues lo que cobran los artistas son costos estándar globales. Sin embargo, otros festivales mexicanos han demostrado que pueden traer grandes músicos sin que los precios de los boletos sean tan altos; por ejemplo, Ceremonia ha traído a Björk, Underworld, Beck, Massive Attack, y los boletos han estado debajo del costo habitual de los de Ocesa. Incluso cuando en Vive Latino (también de Ocesa) han estado bandas como Blur, Gorillaz, Arcade Fire, las entradas también son menores, quizá porque cuentan con más patrocinadores, buscando no encarecer de más un festival cuyo público es más popular. ¿Por qué el Corona Capital tiene que ser tan caro? Si bien siempre ha tenido un halo aspiracional, los precios de esta edición rebasan la realidad local e incluso rayan en falta de racionalidad y sentido común.

Libertad de consumo limitada

Es preciso que más voces se sigan elevando en contra de este despropósito cínico e impune. Que las condiciones de compra sean mucho más claras y transparentes. Que se legislen los huecos existentes y se pongan restricciones o límites a estos abusos. Que la Procuraduría Federal del Consumidor actúe de forma efectiva ante las denuncias constantes.

Las acciones de Ocesa son propias de un monopolio que al contar con más recursos y poder, contrata a muchos de los artistas internacionales que los afines al rock y la electrónica de calidad desean presenciar y ninguna otra compañía puede traer. Al haber poca competencia entre quienes programan a tales artistas, la capacidad real de elección de compra se ve anulada. No puede hablarse de una verdadera libertad al haber coacción psicológica y al no contar con otras opciones. Podría decirse que "basta no comprar", pero ésa es una respuesta ciega, superficial, conformista. El acceso a la música en vivo de calidad sí es un derecho cultural y tiene que ser garantizado, sin que esto implique ser víctima de abuso.