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México DF, Antarctica
escribana que estudió periodismo, ama el rock y sus músicas aledañas, así como la poesía y las relaciones tormentosas

diciembre 23, 2022

Juan Cirerol . 16 Dic 22 en Foro Indie Rocks: EL REGRESO. Mi crónica.

 


El regreso de JUAN CIREROL:  un conmovedor tambache de cicatrices



foto: RafalaJirafa666

Estamos llorando. Él. Nosotros. Es una noche de reconciliación. Con el público. Con él mismo. Una declaración de amor. Un reencuentro entre dos entidades que se hirieron profundamente después de haberse querido tanto. Un perdón cargado de empatía y comprensión: "gracias por tanto amor", dice aquél con voz entrecortada. Todos merecemos otra oportunidad. La pasión que la chilanguiza arrojó fuera de sus cuerpos la noche del viernes 16 de diciembre en el Foro Indie Rocks, sobrepasó toda expectativa y decibeles. Su presencia después de poco más de cuatro años de ausencia en los escenarios capitalinos, desató tormentas interiores, derrumbes emocionales, nostalgias, dolores, viajes etílicos de otros tiempos, melancolía a raudales. Había acaso unas mil personas, pero cuando el chicalense Juan Cirerol se aproximó al escenario, los alaridos se dispararon y destrozaron tímpanos cual si se desgañitara un estadio entero. Algo inenarrable, de escalofrío y ojo Remi. Uno de los regresos artísticos más conmovedores de los que tenga memoria esta vapuleada ciudad.

"Nomás sirvo pa cantar", engoló el barítono cantautor a manera de presentación, para abrir bocinas, emitiendo con ello un recordatorio firme: "esto soy", antes de aventarse poco más de hora y media de show: una treintena de canciones surgidas de su corazón ardiente y de una mente taciturna, otrora alocada las 24 horas; canciones urgentes, vaqueras, forajidas, norteño-punketas, amedrentadas por el mundo y por sí mismo. Todas y cada una, coreadas a pulmón en cuello, sílaba por sílaba, por cada cabeza asistente. La figura solitaria del de Mexicali, a bordo de su docerola y ocasionales armónicas, desprovista de visuales o luces mamalonas, empataba con la desnudez de su alma entregada, pero también con la austeridad de su desempeño corporal actual, posterior al abandono de toda sustancia: "les dedico mi rehabilitación, con todo cariño…  ¡Cuatro años ya, sin consumir drogas!", sentenció para provocar una amistosa ovación aprobatoria.


foto: RafalaJirafa666

Y es que es evidente que hay dos Cireroles: uno antes y otro después de su breakdown definitivo. Ese quiebre en el que no sólo pareció mostrar descuidada indiferencia ante el terremoto capitalino de 2017 (exagerada por las redes, pues en realidad no le deseó mal a nadie y hace mucho se disculpó arrepentido),  sino que ya se le andaban pasando las cucharadas, por lo que tuvo que retirarse para recuperar la sanidad. El personaje desenfrenado que lo encumbró e hizo subir como espuma meteórica su popularidad entre los ex de-efequenses, entre 2011 y 2016 aproximadamente, quedó atrás, para dar paso a un Juan sereno, tranquilo, que pronuncia sus letras con parsimonia, con la maestría de los dedos sobre las 12 cuerdas intacta, incluso mejorada. Para algunos, esa falta de locura, antes exacerbada por los estupefacientes, es considerada una carencia escénica. Sin embargo, muchos otros lo preferimos vivo y sano. Finalmente, quienes le siguen siendo fiel y quienes lo fueron a acompañar y abrazar esa noche con sus cantos, han sabido comprender que la potencia de su arte está en la contundencia de sus letras y melodías; en las imágenes de tristeza y romanticismo que proyecta, en el gozo festivo que provocan por sí mismas sus rolas. El poder de sus canciones en crudo, sin pirotecnias gestuales, es ahora puesto a prueba y sale avante.

Juan toca y toca, un tema tras otro cual metralla sin freno, emitiendo escasos comentarios o bromas, como antes hacía. Viene a lo suyo: hacernos cantar. Empieza súper nervioso, pues quizá teme que alguien lo trate mal, pero no pasa nada. Todo es puro cariño. Está entre compas. Se va relajando conforme avanza el repertorio. Interviene poco y de pronto dice: "Me siento raro cantando estas letras, pues ya no soy así… pero las sigo cantando porque a ustedes les gustan musho". Ovación de nuevo. Y es que Cirerol vive un momento de transición todavía; se le mira portando un traje musical forajido y pendenciero que ya no cuadra con su actual espíritu, pero que sigue emitiendo cual viejos retratos de su vida. Ya no son tanto canciones, sino cicatrices. Si bien antes se le miraba siempre eufórico, ahora le es inevitable proyectar una especie de tristeza adusta que no lo abandona y parece cargar como un bulto que en algún momento ha de tirar para siempre, pero entre tanto permanece sobre sus hombros. Siempre existencial y conflictuado por la vida, sus temas en vivo siguen manteniendo la pesadumbre suficiente como para seguir destruyendo corazones.

foto: RafalaJirafa666

Tres decenas de composiciones suenan en el recinto, y todas son hits. Una barbaridad. Trucha porque no hay tiempo, La Muchacha de las Tierras Lejanas, Canción al Ocio, Mi Corazón Lloró, Corrido de Roberto, Algo que tenemos en Común, I love You, Toque y Rol, Vida de Perro, Ahí te va a llegar el cheque, Noches de Prisa, Arrepentido y Triste, Somos Tú y Yo, Sí sí… se disfrutan gratamente. Los ánimos estallan de más cuando llegan Se Vale Soñar, Hey Soledad, La Banqueta, La Chola, Eso es Correcto Señor, Sentimental... La cumbre rompe-madres aparece con los trancazos Eres tan Cruel, Metanfeta, La Florecilla, así como las bellas Rostros Vendidos y Crema Dulce. Los órganos cardiacos se derriten, las lágrimas corren, con la tristísima y siempre misteriosa Piso de Piedra, para cerrar con la explosiva Clonazepam Blues, una de sus primeras autorías, cuya letra marcaría el inicio de una loquera (parranda) que duraría casi dos décadas y le llevaría de la gloria al infierno, pasando por las delicias del reconocimiento masivo de propios y extraños.

Mientras el público pide más y más, el personal tiene que llevarse a Cirerol bien escoltado, mientras éste se despide sencillo, estirando el brazo con aplomo, pero también con mucha ternura y el corazón encogido. Juan es en realidad un chico frágil, híper sensible, quebradizo. Pero también un tipo valiente y sólo unos cuantos saben lo mucho que le ha costado salir del averno. Esa noche se comprobó que Johnny Cashanilla está más allá del bien y del mal, más allá de cualquier moda. Que su historia y canciones de amor y perdición, de excesos y deschavetes, ya son leyenda. Visto a la distancia, el de Mexicali se le adelantó unos diez años al movimiento de Corridos Tumbados e incluso a artistas como Christian Nodal. Vino a combinar antes que muchos, la personalidad del fronterizo aventado y consumidor sin vergüenza, humoroso pero también muy enamorado. El (ex) junkie poeta. Si bien esa noche no cupo ni un alfiler más, tampoco cupo duda alguna: Juan Cirerol está de vuelta.

 


noviembre 05, 2022

HIPNOSIS 2022: Equilibrio sideral sin falla (preview)

 por: Patricia Peñaloza

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HIPNOSIS 2022: 

Equilibrio sideral sin falla


(preview) 


En quinta edición, y después de dejar atrás las restricciones extremas por pandemia, llega el festival favorito de la morriza gustosa de las guitarras expansivas, las atmósferas lisérgicas, la pachequez cósmica, ruidosa, densa. Como en cada edición, Hipnosis se luce con una curaduría equilibrada en cuanto a generaciones y géneros musicales, siempre dentro de los terrenos del trance exacerbado.

Y como acostumbra este encuentro, mucha de la oferta es una propuesta no muy comercial (salvo excepciones), lista para ser descubierta, o que quizá para muchos sea desconocida. Así que si van a dejarse sorprender, acá una guía por países, por cada banda del cartel, para que les quede claro de qué va el cartel 2022 y elijan lo que más se acerque a su curiosidad y hambre sonora.

Festival Hipnosis se lleva a cabo este 5 de noviembre en el Parque Bicentenario, CDMX. Detalles, horarios y accesos en: www.hipnosismx.com. 12 del día a 2:30 de la madrugada del domingo 6.

  

Estados Unidos


Primus

Primus. El acto clásico más pesado del festival lo engalana este tremendo combo encabezado por el virtuoso bajista californiano Les Claypool, quien desde 1985 le recordó al mundo que su elástico instrumento también puede ser un arma peligrosa para ejecutar el rock como es debido, a la altura de la endiosada guitarra. Heredera de la locura, la exploración sónica y el humor ácido de Frank Zappa, Primus se ha convertido con los años en una entidad de culto, con platos como el Sailing in the Seas of Cheese (1991), Pork Soda (1993) y Tales from the Punchbowl (1995). El grupo nunca ha dejado de estar en activo con posteriores grabaciones y conciertos, hasta la fecha. Para Hipnosis, la banda trae montado el A Farewell to Kings (1977) de la también mítica banda emblemática del progresivo setentero, Rush, toda una faena en vivo, más los éxitos obligados de Claypool y compañía.


The Mars Volta
The Mars Volta. Poca presentación requiere este dueto flamboyante y destructor, de El Paso, Texas, en el que el jefe compositor y dotado guitarrista Omar Rodríguez-López, y el explosivo cantante y letrista Cedric Bixler-Zavala, tripulan una nave que lo mismo exuda elementos de hardcore, progresivo, psicodelia que un poco de jazz, con un ánimo agresivo, angustiado, pero también espiritual y dramático. Surgidos con el siglo, parten el queso: su debut Deloused in the Comatorium (2003), Frances the Mute (2005), Amputechture (2006), The Bedlam in Goliath (2008), entre otros. Para 2022 vuelven con disco homónimo y un mood más flotante. El de Hipnosis será el único show que den en Latinoamérica, a lo largo de su actual gira.

Osees
Osees. Maravillosa agrupación de San Francisco formada en 1998 y liderada por el genio John Dwyer, caballero armado de la guitarra enferma, prolífico (uno o dos discos por año) y sin miedo a la experimentación, así como a brincar de un estilo a otro, o de un nombre a otro (primero como Thee Oh Sees, luego como Oh Sees y ahora sólo Osees). Hardcore, garage-punk, psicodelia oscura, pop-gresivo, funk, experimentación volátil, confluyen en la cabeza loca de Dwyer y compañía, usualmente con dos baterías en vivo y una energía demoledora, capaz de arrancar cabezas en cada presentación. Como Osees, sobresale el disco Protean Threat (2020); para 2022 estrenan el enteramente punk A Foul Forum; como Thee Oh Sees: The Masters Bedroom is Worth Spending a Night In (2008), Castlemania (2011), Putrifiers II (2012), el gran Floating Coffin (2013), el excelso Mutilator Defeated at Last (2015), Orc (2017) y Face Stabber (2019).


The Black Angels

The Black Angels. De la escena lisérgica de Austin, Texas, surgen estos vaqueros de la psicodelia combinada con shoegaze, reverberaciones groseras y garage maldito, en una superposición de estilos y décadas poco socorrida en el orbe, pero bastante común en tal región. Por sus venas pasan las melodías oscuras y depresivas de la Velvet Underground, el melódico viaje desértico de The Doors, el abandono ácido de The 13th Floor Elevators, pero también el traslado espacial de Spiritualized y Spacemen 3. Destacan los discos Passover (2006), Phosphene Dream (2010), Death Song (2017). En 2022, estos ángeles oscuros caen a Tierra con Wilderness of Mirrors, pura oscuridad garage-post-punk-retro-shoegaze-new-wavera.

 

Moon Duo.

Moon Duo
También de San Francisco, este ruidoso pero inquietante dueto electro-punk / shoegazer integrado por el compositor y guitarrista Ripley Johnson (del grupo Wooden Shjips) y la tecladista Sanae Yamada, sobre ritmos sintéticos, circulares, de tendencia motorik, provenientes del kraut, inspirados en Silver Apples y Suicide, generan atmósferas precisas, concretas, siniestras, a veces garageras, sin dejar de ser volátiles, entre voces y rasgueos atascados de eco psicodélico-sideral. Harto notables el Mazes (2011) y el Circles (2012); también molan el Shadow of the Sun (2015) y el Stars are the light (2019).


Chicano Batman

Chicano Batman. De Los Ángeles (¿de dónde más, con ese nombre?), este híbrido latino-estadunidense encabezado por Eduardo Arenas, le pega a la nostalgia pop-psicodélica californiana con baladas enamoradas, plenas de blues, funk y soul de los años 60 y 70, todo ello con un baño de expansión melódica-coral bastante cálido y abrazable, lleno de esperanza y organitos hammond para agarrar de la cintura a la pareja. Debutan con disco homónimo en 2010, pero sobresalen con Freedom is Free (2017). Le echaron un poco más de funk, ritmos caribeños y timbres electrónicos con Invisible People (2020).

 

Tempers
Tempers. Dúo neoyorquino integrado por Jasmine Golestaneh y Eddie Cooper, que con dulce oscuridad generan un synth / dream / pop de rugosidad lo-fi a bordo de una rítmica lentísima, tanto como los latidos taciturnos que les carcomen el corazón. Poesía sintética, melancolía cardiaca, que no por quebrada deja de soñar. Destacan: Private Life (2019) y New Meaning (2022).

 

Japón

Kikagaku Moyo

Kikagaku Moyo. Desde 2012, estos oriundos de Tokyo vienen dándole de manera exquisita a una forma muy particular de interpretar la psicodelia. Sin embargo, ya se retiran y éste será su último show internacional, así que hay que aprovecharlos. Las Formas Geométricas (lo que significa su nombre), hermanados en sonido con sus paisanos de Ghost y los Acid Mothers Temple, así como con los suecos de Dungen, incorporan elementos de música cinematográfica de la India, canto tradicional japonés, folk acústico sesentero y un poco de kraut a sus intrincadas pero finas estructuras, inspiradas en Can y Faust, así como en ciertos pasajes del más calmo King Crimson. Guitarras progre-psicodélicas, distorsión moderada, rítmicas funky-cósmicas. Pura tranquilidad para rolar el toque con calma y clavadez. Brillan con Forest of Lost Children y Mammatus Clouds (ambos de 2014), House in the Tall Grass (2016), pero sobre todo con Masana Temples (2018). En 2022 los sonidos orientales y las guitarras elásticas se recrudecen con el sereno y bello Kumoyo Island.

 

Australia

Psychedelic Porn Crumpets

Psychedelic Porn Crumpets. Guitarras volátiles, ricas en melodías juguetonas de sube y baja, heredadas de la psicodelia stoner, pero sin la fiereza de aquellos años, lejos del hardrock, más cercanos a la melodía onírica, con descansos etéreos a medio camino: respiros, momentos de calma, en medio de sus tormentas de distorsión y de sus pedales espaciales. Lisergia caleidoscópica y malabares proto-progres, jazzy-friendly, debajo de coros armónicos sutiles. De la misma ciudad que sus patronos Tame Impala (Perth), empatan más bien con los momentos melódicos de King Gizzard and the Lizard Wizard. Brillan con And Now for the Whatchamacallit (2019) y Shyga! The Sunlight Mound (2021). Para Night Gnomes (2022) vienen más densos, aunque extendidos en sus notas, menos acelerados.

The Lazy Eyes


The Lazy Eyes.  Sencilla pero sabrosa banda de Sydney, surgida de un árbol similar a Tame Impala, cuyo ejemplo cundió cual reguero de semillas en la amplitudes australianas. Locos por el flanger en las guitarras, ejecutan un pop rock de ascendencia psicodélica suave, colorida y tersa, soñadora y feliz. Un tanto derivativa de lo que ya oímos bastante tanto con el grupo citado, como con Pond, Tempest, etc, pero no por ello menos agradables. Tras dos EPs (EP1 y EP2), editan el LP Songbook (2022).

 


The Babe Rainbow


The Babe Rainbow. Más y más neopsicodelia oceánica con este quinteto, en este caso de baja intensidad. Días soleados, flautas y guitarras folk, percusiones bucólicas, solos pausados, bajos exquisitos, dulzura veraniega, con una alegría vital similar a la de los californianos Allah-Las. Con ellos, siempre es playa, siempre hay sol. Despuntan: Double Rainbow (2018), pero sobre todo, el Today (2019). Para 2021 publicaron Changing Colours,  en el mismo tono hippie y tranquilo.

 


Inglaterra

Still Corners



Still Corners. Atmósferas de terciopelo, emanadas del alma y voz de Tessa Murray, navegan sobre los paisajes sintéticos de Greg Hughes. Teclados desvaídos, pianos claros, guitarras acústicas, rítmicas sencillas. A medio camino entre el dream pop, el synth y el ambient, el dueto regala caramelos de bajas calorías para relajarse en la sala de estar interior. Creatures of an Hour (2011) fue un prometedor debut, seguido por Strange Pleasures (2013). Siguieron su camino fonográfico sin muchos sobresaltos. En 2021 editaron The Last Exit.

 




México

 

El Universo

El Universo. De CDMX, este trío se inspira en el krautrock para arrojar un post-rock espacial instrumental que va más allá del género para apropiarse de él y llevarlo a otro lado. Con giros hipnóticos que recuerdan al Sonic Youth más clavado y ataques guitarriles más grunges a veces que de talante alemán, destacan en la escena cósmica nacional actual. Llamaron la atención con su disco homónimo de 2021 y ahora en 2022 con un disco en vivo (Live Bootleg).



Parque de Cometas

Parque de Cometas. "Pop revuelto", dice esta banda tijuanense acerca de su música. Indie pop de inspiración noventera: riffs tristes en espiral y muchos platillos alocados. Pasajes desencantados para hacer la vida más soportable, que llegan directo al corazón pero también a las piernas y la cabeza, lista para no dejar de ser agitada. Se dejan oír desde 2018 en varios sencillos; reúnen su trabajo en el recopilatorio Intenciones: demos y maquetas (2019) y el álbum Paseo (2020).

 





Colombia

Romperayo

Romperayo. Con todo el sabor tropical /caribeño en la sangre, no niegan la cruz de su parroquia estos muchachos de Bogotá. Pura gozadera ancestral que suena a brujería en loop, tanto de electrónica como de música orgánica (percusiones, güiro, flautas, acordeones) para echar el huarachazo sin fin toda la noche. Se les oye desde 2015 en disco homónimo, así como en ¿Qué Jué? (2018) y en Así no se puede muchaches (2022).

 

 

junio 23, 2022

Venta de boletos #CC22: el abuso descarado

 Ruta Sonora apócrifa
20 de Junio 2022

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Venta de boletos #CC22: el abuso descarado

Gran revuelo e indignación causaron a los amantes del rock internacional de calidad, la semana pasada (https://bit.ly/3zLpMke), las ventas inexplicablemente aceleradas, al punto de agotarse en unas cuantas horas todas las "fases" (usualmente diferidas a lo largo de meses) de los boletos del festival Corona Capital 2022, a ocurrir los días 18, 19 y 20 de noviembre en la Ciudad de México: aparecieron en preventa el lunes 13 de junio y el miércoles 15 se dio por terminada la venta (sold out). Las redes sociales se encendieron de enojo e impotencia, primero por lo inusitadamente alto de los precios de las entradas, en cuanto al contexto y realidad mexicanas, y luego por lo irreal de su fugaz venta: el abono de acceso a los tres días costó $3900 en fase 1 y de $4600 a $6100 en las fases 2, 3 y 4 respectivamente; para boletos por día en área general, la fase 1 no existió para todo público (sólo para afiliados con prioridad) y a partir de la fase 2 costaron de $1890 a $2700 (todo ello sin contar con los precios V.I.P Comfort Pass y Citibanamex Plus, de $4660 a $8801, de las fases 1 a la 3). El miércoles, la venta general para los que no son tarjeta-habientes del banco patrocinador, fue de $1900 a $3000 (fase 1 inexistente; y luego fase 2 a fase 4); el mismo día en la tarde ya no había entradas.

El que se agotaran los boletos tan rápido, de forma inédita en un festival de este perfil, en un momento en que la ciudadanía pasa un momento económico difícil tras pandemia, con precios que casi alcanzaron los 9 mil pesos, causó demasiadas sospechas. No parecían haberse vendido de forma "orgánica" sino artificial a manos de, cabe sospechar, la reventa  local (ilegal en México), que como ya se ha comprobado en diferentes ventanas periodísticas (Ruta Sonora, La Jornada 21/09/18 https://bit.ly/2Nt22dv), suele estar coludida con Ticketmaster.

El segundo desaguisado fue hacer notar lo falso o absurdo de las "fases" de venta. De entrada, ¿cómo es posible que por un mismo producto o servicio, se cobren diferentes cantidades de dinero, a capricho del vendedor, sin mediar condiciones de por medio? Y es que la compañía boletera no publica cuánto tiempo dura cada fase o a qué cantidad de boletos vendidos obedece cada lapso de venta. A decir de la Asociación Civil Belforo, dedicada a la protección del consumidor, "el omitir información por etapa y el condicionamiento a un mayor precio, es una práctica comercial abusiva", según los artículos 25 BIS y 43 de la Ley Federal de Protección al Consumidor (https://bit.ly/3tFRVoU).

En sus inicios, las "fases" tenían razón de ser como oferta de mercado (mientras más anticipadamente se compraran los boletos, más económicos; mientras más cerca el festival, más caros), pues existían fechas aproximadas límite (por ejemplo: primera fase en junio, segunda fase en julio y agosto, etcétera) y la compra iba siendo paulatina, orgánica, creíble. Sin embargo, cuando esta vez los usuarios habituales de tales servicios se percataron de que la compra masiva fue inmediata (algo inusual) y que la mayoría de las quejas en redes consistieron en que no pudieron comprar boletos, no sólo perdieron sentido las "fases" (la variación de precios fue entre un horario y otro, y no entre meses), sino que tal hecho irregular levantó suspicacias e hizo sospechar que la compra pudiera haber sido acaparada por los revendedores. De hecho, en este momento, el único modo de adquirir entradas es a través de la reventa. 

Prácticas irracionales

Si bien el precio de las entradas a conciertos encareció para justicia de los músicos (desde que el negocio de la música dejó de estar en la venta de discos y pasó a estar en los shows, desde hace unos diez años), la mayor empresa de conciertos en México, CIE (Ocesa / Ticketmaster México) se ha aprovechado de los huecos legales que existen en la venta de boletos para estos encuentros, para inventar cargos y variantes de precios a placer. Y quizá cuestan lo mismo las entradas a los festivales en otras latitudes, pero no es lo mismo, no sólo porque el poder adquisitivo en México no es igual al de "primer mundo", sino porque en otros países la reventa es incluso legal, además de que los precios son fijos y no variables mediante "fases" que coaccionen  al cliente para que compre en cuanto inicie la venta ("después estarán más caros o ya no habrá"), y no cuando pueda y quiera. Un ejemplo internacional en contraste: el acceso general al festival Lollapalooza 2022 en Chicago, Estados Unidos (28 a 31 de julio: www.lollapalooza.com/tickets) cuesta 125 dólares, casi lo mismo que la entrada general al Corona Capital (2 mil 500 pesos mexicanos, ya con cargos), pero como se dijo, sólo hay un precio fijo, sin fases (y si estas existen, son paulatinas). Hay quienes defienden tales precios, pues lo que cobran los artistas son costos estándar globales. Sin embargo, otros festivales mexicanos han demostrado que pueden traer grandes músicos sin que los precios de los boletos sean tan altos; por ejemplo, Ceremonia ha traído a Björk, Underworld, Beck, Massive Attack, y los boletos han estado debajo del costo habitual de los de Ocesa. Incluso cuando en Vive Latino (también de Ocesa) han estado bandas como Blur, Gorillaz, Arcade Fire, las entradas también son menores, quizá porque cuentan con más patrocinadores, buscando no encarecer de más un festival cuyo público es más popular. ¿Por qué el Corona Capital tiene que ser tan caro? Si bien siempre ha tenido un halo aspiracional, los precios de esta edición rebasan la realidad local e incluso rayan en falta de racionalidad y sentido común.

Libertad de consumo limitada

Es preciso que más voces se sigan elevando en contra de este despropósito cínico e impune. Que las condiciones de compra sean mucho más claras y transparentes. Que se legislen los huecos existentes y se pongan restricciones o límites a estos abusos. Que la Procuraduría Federal del Consumidor actúe de forma efectiva ante las denuncias constantes.

Las acciones de Ocesa son propias de un monopolio que al contar con más recursos y poder, contrata a muchos de los artistas internacionales que los afines al rock y la electrónica de calidad desean presenciar y ninguna otra compañía puede traer. Al haber poca competencia entre quienes programan a tales artistas, la capacidad real de elección de compra se ve anulada. No puede hablarse de una verdadera libertad al haber coacción psicológica y al no contar con otras opciones. Podría decirse que "basta no comprar", pero ésa es una respuesta ciega, superficial, conformista. El acceso a la música en vivo de calidad sí es un derecho cultural y tiene que ser garantizado, sin que esto implique ser víctima de abuso.