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México DF, Antarctica
escribana que estudió periodismo, ama el rock y sus músicas aledañas, así como la poesía y las relaciones tormentosas

junio 25, 2023

THE SMILE en Auditorio Nacional CDMX (23 Jun 2023): La espléndida sonrisa de Thom Yorke.

 


THE SMILE:

la sonrisa espléndida y renovada de

 Thom Yorke 


Thom Yorke. Auditorio Nacional CDMX. 22 Jun 2023 // foto: Liliana Estrada

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Auditorio Nacional. Jueves 22 de Junio 2023.

por: Patricia Peñaloza // @patipenaloza

Qué concierto tan bello e intrigante, elegante y sorpresivo: un viaje alterno al sonido que le conocemos a Thom Yorke y Jonny Greenwood con Radiohead, es a donde nos lleva el escuchar en vivo a The Smile, trío que ambos integran desde 2021 al lado del baterista Tom Skinner, a su vez miembro del grupazo de jazz, también británico, Sons of Kemet.

De las cenizas de tristeza por años cosechadas, es de donde surge esa sonrisa espléndida y renovada, en vivo mucho más asombrosa que en grabación, aunque Thom diga que no se refiere a una sonrisa de alegría, sino a la sonrisa falsa y cruel de quien te engaña: no podía faltar su mirada sardónica y terrible.

Jonny Greenwood al bajo /
foto: Ernesto Flores V.

Si bien suena inevitablemente a las semillas creativas, tonales, rítmicas y tímbricas que han hecho célebre a esta maravillosa dupla de compositores y ejecutantes de Oxford, en The Smile la música se deja sentir con gran ligereza y muchísima libertad, como para poder sonar deliberadamente compleja, sin la presión de los hits, ni del gran aparataje mercadotécnico, tocando al desnudo, sin nada que perder; sin el peso de ser "la gran última banda de rock" en escenario, sino tan sólo unos amigos que se reúnen a echarse unas rolas en un íntimo gran cuarto de ensayo. Porque de hecho así nació el proyecto, como una iniciativa del brillante guitarrista, compositor y productor Jonny Greenwood durante el encerrón de la pandemia, para ponerse a hacer algo y no morir de ansiedad; compartir algunas canciones con Thom, completarlas a distancia, invitar a Mike Skinner, quien ha colaborado en varios proyectos personales del primero, para estrenarse en vivo, aunque aún sin público físico, en el Festival Glastonbury virtual que se llevó a cabo el 22 de mayo de 2021 (https://vimeo.com/662899854).


Jonny Greenwood / foto: Liliana Estrada

A diferencia de la mayoría de los conciertos de bandas integradas por músicos míticos, fue extraño, inusual, pero reconfortante, que aunque el recinto estuviera a toda su capacidad, no hubiera coros masivos cantando cada sílaba; que durante cada tema el silencio de un público atónito reinara en aras de escuchar con atención cada retruécano musical, en un Auditorio Nacional bien ecualizado, por fin haciendo justicia al dúo que pone tanto énfasis a los detalles sonoros (en contraste con lo terrible que fue su último concierto como Radiohead en México, en 2016, en el Palacio de los Deportes).



Thom Yorke al bajo / foto: Liliana Estrada
Algo extraordinario y hermoso fue ver a Thom y a Jonny tocando diferentes instrumentos indistintamente, pero sobre todo, ver a Thom tocando bastante bien el bajo, en casi todo el concierto, una cosa rarísima a lo que no nos tiene acostumbrados, porque lograba mantener una gran base rítmica, ponchada, al lado de Skinner, con agraciada inventiva. Realmente fue una muy grata sorpresa verlo tras aquel instrumento, pero también detrás de la guitarra y los teclados, ya fueran sintetizadores o piano magro, mientras Jonny le daba al bajo de igual forma. Y claro, qué decir de éste, con su virtuosismo acostumbrado en la de seis cuerdas la mayor parte del tiempo, aunque también clavado con los modulares, el piano, atrás de su ya clásico fleco largo tapándole la cara, encorvado genio.

Y claro, no se puede pasar por alto lo impecable de la voz de Yorke, la cual está emitiendo mejor que nunca, madurada con el tiempo, con una afinación y colocación perfectas, y un sentimiento extremo a flor de piel; tranquilo, macerado, sin el frenetismo que suele extrapolar con su bandota de marras, pero sin dejar de conmover hasta la médula.

Thom Yorke al bajo
/ foto: Ernesto Flores V

El concierto me recordó bastante la experiencia de ver a King Crimson, en el sentido de la atención y concentración que exige fijarse estrictamente en la música. Suena casi ridículo decir esto sobre un concierto, pero es ya casi la excepción en tiempos de banalidad, en que importan más el look, la parafernalia, los visuales, los bailes, los chistes, la foto que me tomo para decir que fui. Nada de eso está mal, pero para The Smile todo eso es basura. Con algo de solemnidad, no se niega, con pocos elementos y con unos escasos "gracias" de Thom en todo el concierto, el trío genera una fuerza concéntrica tremenda, que exige del público un esfuerzo cerebral particular, sin dejar de ser placentero. Para ser sinceros, es fundamental ser muy fan y tener interés estricto en la creación exigente de estos muchachos, o en general de la música toda; de lo contrario, para alguien ajeno puede resultar algo cansado o "difícil".


Thom Yorke, Jonny Greenwood;
Robert Stillman al sax detrás.
Con sencillos juegos de luces detrás, no sólo tocaron todos los temas de su único disco, A light of attracting attention (2022), sino que sorprendieron con canciones inéditas (salvo el reciente sencillo "Bending Hectic"), que suenan diferente, con un poco más de empuje asertivo, más luminosas y definidas, menos claustrofóbicas. Porque… ¿a qué suena The Smile?  Más allá de géneros y definiciones, aunque siguen derivando del rock y sus alrededores, en su mayoría son "baladas" intensas de guitarras sutiles, poco estridentes, más generadoras de texturas y ambientes, que de riffs; muchas atmósferas sintéticas, tristes pero esperanzadoras, ya sea constantes en un solo plano o in crescendo sobre ritmos minimalistas, repetitivos, hipnóticos, con melodías muy parecidas a lo que le conocemos a Yorke, pero con un giro distinto, difícil de describir, pero fácil de sentir. Hay una evidente búsqueda, unas ganas de andar por otra senda y las rolas nuevas prometen más que su debut, con melodías dulcísimas y rítmicas más macizas de ascendencia progresiva.


Thom en teclados // foto: Ernesto Flores V.

Brillaron de más, "The Opposite", la flotante "Speech Bubbles", la elíptica "A Hardryer", que recuerda en mood al In Rainbows (2007); la dinámica y noventerona "We don't know what tomorrow brings", la sutil y bella "Free in the knowledge", la funky-triste "The Smoke", y quizá la mejor del álbum, la magnífica e intrigante, de a piano disonante y circular, "Pana-Vision", con Thom haciendo llorar las teclas, con el saxofonista Robert Stillman de invitado en ése y otros temas, dándole un toque especialmente dramático (músico que por cierto, ejecutó un breve acto abridor, escuchado prácticamente sólo por los fans del área V.I.P. hasta adelante, de pie). Un buen detalle para ultra-seguidores fue "Feeling pulled apart by horses", sencillo editado de forma aislada en 2009 por Yorke, al que toca en vivo con The Smile y ha tocado con su otro grupo Atoms for Peace.


Tom Skinner /foto: Liliana Estrada

De las nuevas, destacaron la oscura y arabesca "Colours Fly" rb.gy/mu3ym; la hermosísima, dulce y jazzy "People on Balconies" (rb.gy/av0o0), muy ligada en sonido a la volátil "Under our pillows" (rb.gy/nhxti), llena de loops y free-noise al final; la sensual y extraordinaria "Read the room" (rb.gy/1jv92), para cerrar con la apacible pero explosiva en su parte postrera, "Bending Hectic" (https://t.ly/u8iu-), que en vivo suena espectacular, deslumbrante, y recuerda los momentos más altos de Radiohead.

Los conciertos del miércoles 21 y jueves 22 de junio pasados, fueron inusitadamente una ola de frescura, respecto de lo que esperamos los seguidores de Thom Yorke y Jonny Greenwood, en vista de que sus discos como quinteto han ido a menos gradualmente, en creatividad y novedad (con la pregunta inquietante sobre si el grupo como tal volverá o ya no). Con The Smile, la creación sincera fluye sin pretensiones pero con la maestría natural que dan los años. Se trató de finísimas noches, que prometen un camino aun más sonriente y soleado. Una indudable promesa de que volveremos a ver este acto en México, ya con nuevo disco, más adelante. Qué felicidad. Larga vida a "La Sonrisa".

 

abril 28, 2023

Rosalía: retrato documental de un fenómeno inusitado (2023)



Rosalía: retrato documental de un fenómeno inusitado 

Por Patricia Peñaloza // @patipenaloza


 

Rosalía en festival Ceremonia (2 abril 2023); foto: @rosalia


¿En qué momento, una joven cantaora de flamenco que se presentaba sólo en pequeños foros de tablao y bulerías, de voz hipnótica, profundamente emotiva, con imagen y producción sonora asociadas a lo hoy llamado "música urbana" (rap, trap, hip hop, electrónica, reggaetón, dembow, dancehall), se volvió una de las máximas estrellas del pop mundial actual? Rosalía (Barcelona, 1992), quien ha llevado el cante jondo a dimensiones nunca antes abordadas, es hoy una figura no sólo escuchada por 46 millones de personas al mes en Spotify (2 millones sólo en CDMX, la urbe donde más se le oye en el mundo), sino que ha alcanzado una hazaña poco fácil de lograr en la industria de la música: ser al mismo tiempo original / experimental y alabada por la crítica, que un fenómeno comercial de masas, amén de ser admirada por autoridades de la electrónica y el pop tales como Madonna y Björk. ¿Qué tiene La Rosalía, que la ha hecho tan especial y tiene en 2023 comiendo al mundo de su mano?



El momento clave

Si en 2016, cuando aún estábamos instalados en el rock como paradigma de la música para jóvenes (llorábamos la muerte de David Bowie; nos seguían causando cosquillas el regreso de Radiohead, la explosión neo-psicodélica de Tame Impala, la tristeza poética de Nick Cave), nos hubieran planteado que en 2023 una chica con las características de Rosalía, cantando en español, iba a dominar los charts globales y los festivales internacionales, no lo hubiéramos creído.

Su momento más alto de éxito ha coincidido con el repunte del movimiento "urbano", ése que comenzó en los barrios bajos de Puerto Rico y Panamá (reggaetón) por un lado, y por el otro, desde hace siglos en España. La Rosalía es la secuela posmoderna de un canto que ha sonado en el sur de la península ibérica desde hace 500 años y suele identificarse como la música emblema de su patria, en su propia música transformado y puesto al día desde la mente visionaria y propositiva, nada complaciente, de una chica muy de su tiempo: el eslabón más reciente de los muchos que ya buscaron combinar ambos reinos, tales como Triana, Veneno, Medina Azahara, Zaguán, Ojos de Brujo, La Mala Rodríguez, Niño de Elche e incluso Joaquín Sabina; todos han buscado introducir el estilo andaluz al rock, al progresivo, al metal, al pop y la electrónica.



Así, mientras de este lado del Atlántico el reggaetón se expandía en la isla boricua con el Papichulo de Lorna (2003), La Gasolina de Daddy Yankee (2004) y el Atrévete te te de Calle 13, hasta llegar al hit que marcó un antes y un después en cuanto a popularidad global, Despacito (Luis Fonsi y Daddy Yankee, 2017), en España el camino "urbano" en cuanto a rap y hip hop ya venía pisando fuerte desde los años 90 con notables exponentes: Nach, Violadores del Verso, la antes citada Mala Rodríguez, entre otros. Esta vertiente empezó a diversificarse y el trap en ese país arrasó en cuanto a exponentes y seguidores, en los dos mil dieces. Y justamente, la ciudad en la que empezó a estallar el trap en España, fue en Barcelona, introducido por la misma Mala al festival Sónar con el artista local Steve Lean y su grupo PXXR GVNG, tendencia desarrollada aun más por el grupo PAWN GANG. Por esa línea siguieron Yung Beef, La Zowi, Pimp Flaco, Sticky M.A. y el más conocido a escala internacional: el trap/rapper madrileño C Tangana.

 Y fue justo a través de éste, que Rosalía dio un salto de los tablaos a la música urbana, cuando por su notable voz empezó a destacar en el circuito de la región y fue convocada por aquél para una colaboración vocal en el tema Llámame más tarde (2016), que con un estilo aún no depurado, le hizo llegar a más audiencia. El impacto fue más fuerte en la radio española con el tema Antes de morirme, también a dueto con él, el mismo verano. Para entonces ya eran pareja. Y aunque su relación sólo duró dos años, ésta fue muy importante para las carreras de ambos, pues justo después de terminar en 2018, ambos dieron pasos relevantes con los álbumes que maquinaron mientras estuvieron juntos (Rosalía con El Mal Querer de 2018, y C Tangana con El Madrileño, de 2021).



Antes de la fama

Rosalía Vila Tobella, de 30 años, nacida en San Cugat del Vallés, egresada de la Escuela Superior de Música de Cataluña, además de contar con una formación académica formal, especializada en flamenco (al que es adepta desde los 10 años de edad y con el que se obsesionó desde la adolescencia tras conocer al cantaor andaluz Camarón de la Isla), además de haber sido alumna de Chiqui de la Línea, uno de los más prestigiados maestros del género, finalmente es una persona conectada con su generación, y con oído educado y cosmopolita, empezó a gustar de muchos otros sonidos populares: el hip hop intrincado de Kanye West, el rapeo de Lil' Kim, el reggaetón primigenio (Daddy Yankee, Wisin & Yandel), los boleros del cubano Justo Betancourt, las rancheras de Chavela Vargas, el cante de La Pajera de Jerez, La Niña de los Peines, Pepe Marchena, Enrique Morente, Lola Flores, Diego El Cigala, así como la salsa de Héctor Lavoe, la tropicalia de Caetano Veloso, la electrónica de Björk, James Blake y Sufjan Stevens.

A los 15 años participó en un concurso televisivo de talentos pop, pero aún no había madurado su técnica y salió mal parada, desafinando terriblemente, lo que le significó un reto para mejorar hasta alcanzar el prodigio gutural que hoy le caracteriza: una fiera combinación de fuerza y emotividad, equilibrada con gran dulzura en el timbre.




Entre 2015 y 2017 Rosalía se presentaba en pequeños espacios tradicionales de flamenco, con los atavíos propios, sentaíta en una silla, al lado de un músico en guitarra y otro tras el cajón. Fue cuando conoció al productor de electrónica Raül Refree, quien no sabía mucho del género gitano pero quedó impactado con su voz, por lo que empezaron a trabajar juntos su álbum debut: Los Ángeles (2017), grabado de forma autogestiva en esa ciudad californiana, el cual recopila temas de flamenco del siglo XX relacionados con la muerte, buscando hacer un homenaje a los viejos intérpretes: un álbum notable, tan sólo a voz y guitarra, que aun su austeridad, se sale del canon con una producción de ecos y procesos electrónicos sutiles, así como con cuerdas desvaídas, desconcertantes, y rasgueos más pertenecientes al folk-rock estadunidense que al ataque andaluz. Los puristas del flamenco la crucificaron, pero los más jóvenes la adoraron, al traer a ellos una vertiente longeva que ya no escuchaban pero les pareció novedosa dada la imagen fresca y desgarradora de su intérprete. El tema De Plata y su respectivo video dan bastante idea de ello (https://bit.ly/3VlHdR1). El álbum le mereció una nominación a mejor nueva artista en los premios Grammy Latino.

Durante la gira de ese disco, se le presentó el extraordinario productor canario de electrónica Pablo Díaz-Reixa, mejor conocido como El Guincho, quien ya había trabajado con Björk (Biophilia, 2011) y se ofreció como director tras consolas del siguiente álbum de la catalana, antes mencionado: El Mal Querer (2018), también autogestivo, que antes de saber que tendría impacto global, era tan sólo su trabajo de graduación de la Escuela Superior. Colaboradores importantes fueron C Tangana (quien le ayudó a componer en los últimos días de su relación), así como el productor Jesús Bola en los arreglos andaluces. La temática está inspirada en un libro de autor anónimo del siglo XIII llamado Flamenca, que narra la vida de una mujer que sufre el abuso y los celos de su esposo. Rosalía le dio un giro personal haciendo que la personaja central lograra liberarse al final; con ello buscó empatar esa antigua leyenda con la lucha feminista y el empoderamiento actuales.

Musicalmente es deslumbrante, lleno de capas de sonido inédito. Si bien desde los años 60 el rock y el pop ibéricos coquetearon muchas veces con el canto gitano, como antes se expuso, nunca se había hecho de esta manera. Y es que aunque en principio casi todas las composiciones son de flamenco en sus melodías, con un peso vocal denso, abrumador e hipnótico, el paso más allá está en sus atrevidos procesos de producción. No se trata de voces y palmas gitanas sobre ritmos digitales ordinarios, sino una deconstrucción del género, donde los rasgueos de guitarra, los zapateados, las palmas, son extraídos como timbres percusivos independientes, los cuales en vez de sonar de manera melódica lineal como en cualquier copla, van apareciendo como loops minimalistas (ejemplo: Que no salga la Luna https://bit.ly/2DPAc5c) que se entrecortan y emiten en círculos o se transforman en beats que se van repitiendo, mientras la voz se desarrolla y sostiene las canciones.

De los días de El Mal Querer

Los temas que destacan estas cualidades son sobre todo Malamente (https://bit.ly/2J1AplG) y Pienso en tu mirá (https://bit.ly/2A4ZPPn), explosivos sencillos que empezaron a hacer notar a Rosalía entre los melómanos, gracias a otro ingrediente poderoso más, presente desde De Plata: sus videos, en conjunto con la prestigiada productora catalana Canadá. La aparición de tales visuales, marcó pauta definitiva. En ellos, empezó a proyectar una imagen "urbana" y callejera con coreografías propias de los artistas de R&B, con ocasionales pasos del viejo canto andaluz, sin un solo atuendo tradicional, pero sí varios símbolos cotidianos españoles. Todo ello, en contraste con la voz aflamencada que se oía detrás, rompió muchos esquemas. Los puristas de nuevo la acribillaron. Sin embargo, lo que ya ni los detractores pudieron negar, es que la voz de Rosalía es extraordinaria y que presentaba al mundo algo nuevo, lo cual fue reconocido por la crítica española, estadunidense y latinoamericana.

El acabose fueron sus actos en vivo: guitarras acústicas y cajones, con sintetizadores y secuencias electrónicas detrás; ella al frente con una decena de bailarinas con atuendos sexys coordinados, tenis de plataforma y coreografías contemporáneas a la manera de las cantantes pop estadunidenses, pero con toques de flamenco. Rosalía resultó no sólo ser buena cantante y autora, sino una gran bailarina. Y encima de todo, de muy buen ver. Una pasada, como dicen en su tierra.

La alta factura de El Mal Querer le valió un contrato con Sony Music, cuatro nominaciones a los premios Grammy Latino 2018 (de los cuales obtuvo dos: Álbum del Año y Mejor Álbum Urbano / Rock Latino), y el ser incluido por la revista Rolling Stone entre "los mejores 500 discos de todos los tiempos". De igual forma, le llevó a participar en los prestigiados festivales Coachella, Lollapalooza y Glastonbury.



 Primer salto mortal


Escena del video "Con Altura"

A pesar del prestigio internacional, en su país no todo fue armonía. La comunidad flamenca la desaprobó no sólo por "contaminar" al género, sino por ser una catalana "ajena a la cultura andaluza" y se le acusó de apropiación cultural. La activista gitana Noelia Cortés señaló: "usa el flamenco como algo cool para incorporar a su disfraz, pero no le importamos socialmente". En el terreno del pop urbano, La Mala Rodríguez externó llevar décadas fusionando rap y hip hop con canto gitano, sin por ello obtener el reconocimiento de aquélla. ¿Qué pudo haber sucedido?

Quizá sea que cuando La Mala lo hizo, el género era aún considerado una subcultura. Cuando Rosalía aparece, la música urbana se estaba convirtiendo en el mainstream. Rosalía llega justo en el choque alto de la ola. Además, a diferencia de aquélla y muchos de sus coterráneos que se quedaron en su patria, la catalana se fue a vivir a Los Ángeles, más cerca de una industria que pudiera reconocerla y darle un empujón global, amén de que la música de Rosalía es mucho más creativa.

Otra clave para no quedarse sólo en el reconocimiento de la élite musical o de escuchas indie, han sido las numerosas colaboraciones que a la fecha no ha dejado de grabar con artistas de diferentes corrientes, géneros y alcances, para con ello conectar con diferentes audiencias, así como la publicación constante de sencillos propios, ajenos a sus álbumes.

Para 2019, aunque Rosalía ya había participado en el disco del colombiano J Balvin, Vibras (2018) con el tema Brillo, que tuvo mediana visibilidad, el salto que la catapultó mucho más lejos a escala internacional, fue el sencillo Con Altura, al lado de El Guincho y el mismo J Balvin: una canción dembow, editada en un momento en que publicar algo tan descaradamente "reggaetón" era aún "peligroso" artísticamente, pues el mundo del art-pop aún estaba en transición hacia la aceptación total de lo "urbano". Podía ahuyentar a miles (como pasó) que pensarían que "se había vendido"; pero también podía acercar a millones (como también pasó): a la fecha, el video en Youtube tiene 2 mil millones de vistas (https://bit.ly/2JNfOWV). La apuesta le salió bien y salió ilesa del salto mortal que la llevaría al siguiente nivel.

Tras ese trancazo, la empezaron a buscar más artistas internacionales para que grabara con ellos, como los experimentales James Blake y Arca (lo que le dio mucha legitimidad artística); el hip-hopero Travis Scott, la cantante pop Billie Eilish, el vocalista R&B The Weeknd, los reggaetoneros puertorriqueños Ozuna y Bad Bunny, la dominicana Tokischa. Cada tema se fue traduciendo en más expansión, incluso entre audiencias de habla inglesa, a pesar de que Rosalía no ha dejado de cantar en español (salvo en dos temas recientes), lo cual es otro de sus puntos fuertes. Una definición firme que han sostenido por ejemplo, dos de los más importantes artistas de su generación: la colombiana Karol G y el mismo Bad Bunny.


Coronación


Show Motomami Tour


Volviendo a su siguiente cambio de piel, curiosamente, la citada Con Altura fue tan original en su lírica, divertida y pegadiza en su rítmica, así como atractiva visualmente (vestida de forma extravagante con bailarinas y nuevos pasos de flamenco, todo dentro de un avión), que no se vio como un acto que comprometiera su integridad artística, sino que simplemente presentó a alguien que había mutado: alguien diferente al personaje solemne de Los Ángeles y El Mal Querer, que comenzaba a hacerle un guiño a la alegría, el coqueteo sexual y la actitud desafiante de la lírica "urbana".

Y es este nuevo personaje el que fue trabajando en pandemia mientras cocinaba su más exitoso álbum a la fecha, el controvertido, genial y experimental Motomami (2022), que habla sobre identidad, celebración, sexualidad, espiritualidad, aislamiento, soledad.

Producido entre varios como el prestigiado Pharrell Williams, así como por Noah Goldstein, Michael Uzowuru, Dylan Wiggins, de nuevo El Guincho y hasta James Blake, aquí Rosalía compone todos los temas, y se vio más involucrada en las armonías y melodías, además de haber tenido más control sobre los sonidos, los timbres y las dinámicas de producción. Y otro elemento nuevo: sus letras son por primera vez íntimas y personales.

 Asombrosamente, este disco, aun mezclando elementos y géneros de manera inusual e innovadora, lejos de ser rechazado por "raro", es un éxito comercial. El nombre Motomami, ilustrado con tres mariposas en cada M, simboliza la transformación de la artista: "yo soy muy mía, yo me transformo; me contradigo, yo me transformo", canta en la brillante canción abridora Saoko (https://bit.ly/448rqJj)  que combina jazz con dembow. Su foto en portada, ella desnuda con un casco de motociclista y el pelo esponjado, no sólo es una provocación inquietante, sino que habla de su nueva desnudez de alma, de hablar de sexualidad abiertamente, de empoderarse, sin dejar de lado la ironía.

Portada "Motomami"

Musicalmente, como se adelantó arriba, se trata de una serie de collages de rítmica minimalista, que combina géneros en apariencia distantes (bachata, bolero, reggaetón, flamenco, electrónica, balada pop), con una producción de pocas capas: su voz clara y sin efectos al frente, sonidos procesados y filtrados detrás, con percusiones agresivas pero mesuradas.

Si bien muchos piensan que aquí se entregó de lleno al reggaetón, es un error, ya que lo que realmente hace es ir más allá del género y tomar elementos rítmicos de éste como base percusiva, con la cual juega y a la que distorsiona para llevar a cabo otra cosa. No abraza al género con sus armonías y arreglos tradicionales, sino que le extrae sólo la rítmica para armonizar encima acordes de jazz, soul, R&B y flamenco, y entonces cantar/rapear encima, para seguir siendo cantaora en caló, en simbología y pronunciación, así como en melodía.

Aunque no todo es mezcla de géneros; hay un flamenco austero (Bulerías) con palmas y zapateado, donde lo avant garde son los procesos de producción, así como melodías sobresalientes donde su despliegue vocal sigue erizando la piel: Hentai (de alta carga sexual), Candy, G3N15, la enfermísima y cambiante CUUUuuuute; el cover Delirio de Grandeza y la sutil y melancólica Sakura. Temas divertidos como la citada Saoko, Chicken Teriyaki (sorprendente canción cuyo coro es a capella y la armonía la lleva la voz sin otro instrumento), Bizcochito (respuesta a un reggaetón machista de Daddy Yankee donde él pregunta: "¿quién tú eres?" y una chica dice: "tu bizcochito"; aquí ella canta: "Yo no soy ni voy a ser tu bizcochito"); y las inquietantes Motomami, Diablo y La Combi Versace (con Tokischa).


El disco se siente más como de música electrónica y recuerda a Björk en Homogenic (1997) en cuanto a innovación, a recursos tecnológicos e inventiva lúdica, con una gran voz cubriéndolo todo. No es extraño que la islandesa dijera recientemente: "mi apetito por la música en español estaba ahí desde antes, como esperando a la persona adecuada para activarlo, y vino Rosalía y lo activó". Madonna por su parte, ha dicho: "Pienso que es asombrosa; única, franca y fuerte, amo su estilo y adoro cómo ha podido llevar la música tradicional española al ámbito del pop". Y sí: de alguna forma, Rosalía es como si fusionáramos la originalidad electrónica, escénica y visual de Björk, con Madonna en cuanto a los atuendos atrevidos y la provocación sexual, así como por las coreografías propias del pop, pero con la tendencia sonora actual.

En vivo, la propuesta es igual de pasmosa y acorde a lo minimal del disco: mamparas lisas, inclinadas, con luces blancas cenitales, planas como de teatro; vestuarios shockeantes, bailarines de aspecto no binario, con un camarógrafo que porta en vivo una cámara móvil que se va proyectando en pantallas y a veces es portada por ella misma, al punto de a veces dar la espalda al público para que el show se convierta en lo que se ve en pantallas. Pero más allá de lo técnico, en su montaje actual confluyen danza y teatro contemporáneos, arte visual, cine, poesía, todo ello sin pretensión sobrada, sino con sobriedad y elegancia, lejos de la solemnidad y cerca del humor, la simpatía, la volatilidad.

Rosalía en el Zócalo CDMX // extraordinaria foto de Toni Francois

Es por todas estas razones, lo inevitable de su éxito. El fenómeno Rosalía se encuentra ya por encima del movimiento urbano, aunque use elementos del mismo. Lejana al barrio que vio nacer al reggaetón, artista instruida cuyas letras y despliegue visual denotan un refinamiento que la distingue del resto, sublima al género y lo lleva a otro lado: lo usa como un elemento más, de la misma forma en que toma patrones rítmicos de la samba, el jazz, el rap, la bachata, el merengue, para transformarlo en otra cosa, no siempre fácil de describir. ¿Que por qué ha triunfado? Porque es verdaderamente original y el público lo reconoce.

La artista ha alcanzado un estilo y una voz propias, que va a prevalecer aunque cambie de fondo, de sonidos y de género. En sólo tres discos, ha pasado por tres personalidades, pudiendo quedarse en alguna de ellas como fórmula. Sin embargo, ha demostrado ser una aventurera arriesgada, que sin duda seguirá explorando territorios hasta donde su creatividad lo permita, o hasta donde "la fama, que es mala amante y demasia'o traicionera, que como viene, se va", la siga sosteniendo en lo más alto.