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Rosalía en festival Ceremonia (2 abril 2023); foto: @rosalia |
¿En qué momento, una joven cantaora de flamenco que se presentaba
sólo en pequeños foros de tablao y
bulerías, de voz hipnótica, profundamente emotiva, con imagen y producción
sonora asociadas a lo hoy llamado "música urbana" (rap, trap, hip
hop, electrónica, reggaetón, dembow, dancehall), se volvió una de las máximas
estrellas del pop mundial actual? Rosalía (Barcelona, 1992), quien ha llevado
el cante jondo a dimensiones nunca
antes abordadas, es hoy una figura no sólo escuchada por 46 millones de
personas al mes en Spotify (2 millones sólo en CDMX, la urbe donde más se le
oye en el mundo), sino que ha alcanzado una hazaña poco fácil de lograr en la
industria de la música: ser al mismo tiempo original / experimental y alabada
por la crítica, que un fenómeno comercial de masas, amén de ser admirada por
autoridades de la electrónica y el pop tales como Madonna y Björk. ¿Qué tiene La Rosalía, que la ha hecho tan especial
y tiene en 2023 comiendo al mundo de su mano?
El momento clave
Si en 2016, cuando aún estábamos
instalados en el rock como paradigma de la música para jóvenes (llorábamos la
muerte de David Bowie; nos seguían causando cosquillas el regreso de Radiohead,
la explosión neo-psicodélica de Tame Impala, la tristeza poética de Nick Cave),
nos hubieran planteado que en 2023 una chica con las características de
Rosalía, cantando en español, iba a dominar los charts globales y los festivales internacionales, no lo hubiéramos
creído.
Su momento más alto de éxito ha
coincidido con el repunte del movimiento "urbano", ése que comenzó en
los barrios bajos de Puerto Rico y Panamá (reggaetón) por un lado, y por el
otro, desde hace siglos en España. La Rosalía
es la secuela posmoderna de un canto que ha sonado en el sur de la península
ibérica desde hace 500 años y suele identificarse como la música emblema de su
patria, en su propia música transformado y puesto al día desde la mente visionaria y
propositiva, nada complaciente, de una chica muy de su tiempo: el eslabón más
reciente de los muchos que ya buscaron combinar ambos reinos, tales como Triana,
Veneno, Medina Azahara, Zaguán, Ojos de Brujo, La Mala Rodríguez, Niño de Elche
e incluso Joaquín Sabina; todos han buscado introducir el estilo andaluz al
rock, al progresivo, al metal, al pop y la electrónica.
Así, mientras de este lado del
Atlántico el reggaetón se expandía en la isla boricua con el Papichulo de Lorna (2003), La Gasolina de Daddy Yankee (2004) y el Atrévete te te de Calle 13, hasta llegar
al hit que marcó un antes y un
después en cuanto a popularidad global, Despacito
(Luis Fonsi y Daddy Yankee, 2017), en España el camino "urbano" en
cuanto a rap y hip hop ya venía pisando fuerte desde los años 90 con notables exponentes:
Nach, Violadores del Verso, la antes citada Mala Rodríguez, entre otros. Esta
vertiente empezó a diversificarse y el trap
en ese país arrasó en cuanto a exponentes y seguidores, en los dos mil dieces. Y
justamente, la ciudad en la que empezó a estallar el trap en España, fue en Barcelona, introducido por la misma Mala al
festival Sónar con el artista local Steve Lean y su grupo PXXR GVNG, tendencia
desarrollada aun más por el grupo PAWN GANG. Por esa línea siguieron Yung Beef,
La Zowi, Pimp Flaco, Sticky M.A. y el más conocido a escala internacional: el trap/rapper madrileño C Tangana.
Y fue justo a través de éste, que Rosalía
dio un salto de los tablaos a la
música urbana, cuando por su notable voz empezó a destacar en el circuito de la
región y fue convocada por aquél para una colaboración vocal en el tema Llámame más tarde (2016), que con un
estilo aún no depurado, le hizo llegar a más audiencia. El impacto fue más
fuerte en la radio española con el tema Antes
de morirme, también a dueto con él, el mismo verano. Para entonces ya eran
pareja. Y aunque su relación sólo duró dos años, ésta fue muy importante para
las carreras de ambos, pues justo después de terminar en 2018, ambos dieron pasos
relevantes con los álbumes que maquinaron mientras estuvieron juntos (Rosalía
con El Mal Querer de 2018, y C
Tangana con El Madrileño, de 2021).
Antes de la fama
Rosalía Vila Tobella, de 30 años,
nacida en San Cugat del Vallés, egresada de la Escuela Superior de Música de
Cataluña, además de contar con una formación académica formal, especializada en
flamenco (al que es adepta desde los 10 años de edad y con el que se obsesionó
desde la adolescencia tras conocer al cantaor andaluz Camarón de la Isla),
además de haber sido alumna de Chiqui de la Línea, uno de los más prestigiados
maestros del género, finalmente es una persona conectada con su generación, y con
oído educado y cosmopolita, empezó a gustar de muchos otros sonidos populares:
el hip hop intrincado de Kanye West, el rapeo de Lil' Kim, el reggaetón
primigenio (Daddy Yankee, Wisin & Yandel), los boleros del cubano Justo
Betancourt, las rancheras de Chavela Vargas, el cante de La Pajera de Jerez, La Niña de los Peines, Pepe Marchena,
Enrique Morente, Lola Flores, Diego El Cigala, así como la salsa de Héctor
Lavoe, la tropicalia de Caetano
Veloso, la electrónica de Björk, James Blake y Sufjan Stevens.
A los 15 años participó en un
concurso televisivo de talentos pop, pero aún no había madurado su técnica y
salió mal parada, desafinando terriblemente, lo que le significó un reto para
mejorar hasta alcanzar el prodigio gutural que hoy le caracteriza: una fiera
combinación de fuerza y emotividad, equilibrada con gran dulzura en el timbre.
Entre 2015 y 2017 Rosalía se
presentaba en pequeños espacios tradicionales de flamenco, con los atavíos
propios, sentaíta en una silla, al
lado de un músico en guitarra y otro tras el cajón. Fue cuando conoció al
productor de electrónica Raül Refree, quien no sabía mucho del género gitano pero
quedó impactado con su voz, por lo que empezaron a trabajar juntos su álbum
debut: Los Ángeles (2017), grabado de forma autogestiva en esa ciudad
californiana, el cual recopila temas de flamenco del siglo XX relacionados con
la muerte, buscando hacer un homenaje a los viejos intérpretes: un álbum
notable, tan sólo a voz y guitarra, que aun su austeridad, se sale del canon
con una producción de ecos y procesos electrónicos sutiles, así como con
cuerdas desvaídas, desconcertantes, y rasgueos más pertenecientes al folk-rock
estadunidense que al ataque andaluz. Los puristas del flamenco la crucificaron,
pero los más jóvenes la adoraron, al traer a ellos una vertiente longeva que ya
no escuchaban pero les pareció novedosa dada la imagen fresca y desgarradora de
su intérprete. El tema De Plata y su
respectivo video dan bastante idea de ello (https://bit.ly/3VlHdR1).
El álbum le mereció una nominación a mejor nueva artista en los premios Grammy Latino.
Durante la gira de ese disco, se le
presentó el extraordinario productor canario de electrónica Pablo Díaz-Reixa,
mejor conocido como El Guincho, quien
ya había trabajado con Björk (Biophilia,
2011) y se ofreció como director tras consolas del siguiente álbum de la
catalana, antes mencionado: El Mal Querer (2018), también autogestivo,
que antes de saber que tendría impacto global, era tan sólo su trabajo de
graduación de la Escuela Superior. Colaboradores importantes fueron C Tangana
(quien le ayudó a componer en los últimos días de su relación), así como el
productor Jesús Bola en los arreglos andaluces. La temática está inspirada en
un libro de autor anónimo del siglo XIII llamado Flamenca, que narra la vida de una mujer que sufre el abuso y los
celos de su esposo. Rosalía le dio un giro personal haciendo que la personaja central lograra liberarse al
final; con ello buscó empatar esa antigua leyenda con la lucha feminista y el
empoderamiento actuales.
Musicalmente es deslumbrante, lleno
de capas de sonido inédito. Si bien desde los años 60 el rock y el pop ibéricos
coquetearon muchas veces con el canto gitano, como antes se expuso, nunca se
había hecho de esta manera. Y es que aunque en principio casi todas las
composiciones son de flamenco en sus melodías, con un peso vocal denso,
abrumador e hipnótico, el paso más allá está en sus atrevidos procesos de
producción. No se trata de voces y palmas gitanas sobre ritmos digitales
ordinarios, sino una deconstrucción del género, donde los rasgueos de guitarra,
los zapateados, las palmas, son extraídos como timbres percusivos
independientes, los cuales en vez de sonar de manera melódica lineal como en
cualquier copla, van apareciendo como loops
minimalistas (ejemplo: Que no salga la
Luna https://bit.ly/2DPAc5c) que se
entrecortan y emiten en círculos o se transforman en beats que se van repitiendo, mientras la voz se desarrolla y
sostiene las canciones.
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De los días de El Mal Querer |
Los temas que destacan estas
cualidades son sobre todo Malamente (https://bit.ly/2J1AplG) y Pienso en tu mirá (https://bit.ly/2A4ZPPn), explosivos sencillos
que empezaron a hacer notar a Rosalía entre los melómanos, gracias a otro
ingrediente poderoso más, presente desde De
Plata: sus videos, en conjunto con la prestigiada productora catalana
Canadá. La aparición de tales visuales, marcó pauta definitiva. En ellos,
empezó a proyectar una imagen "urbana" y callejera con coreografías propias
de los artistas de R&B, con ocasionales pasos del viejo canto andaluz, sin un
solo atuendo tradicional, pero sí varios símbolos cotidianos españoles. Todo
ello, en contraste con la voz aflamencada que se oía detrás, rompió muchos
esquemas. Los puristas de nuevo la acribillaron. Sin embargo, lo que ya ni los
detractores pudieron negar, es que la voz de Rosalía es extraordinaria y que
presentaba al mundo algo nuevo, lo cual fue reconocido por la crítica española,
estadunidense y latinoamericana.
El acabose fueron sus actos en vivo: guitarras
acústicas y cajones, con sintetizadores y secuencias electrónicas detrás; ella al
frente con una decena de bailarinas con atuendos sexys coordinados, tenis de
plataforma y coreografías contemporáneas a la manera de las cantantes pop
estadunidenses, pero con toques de flamenco. Rosalía resultó no sólo ser buena
cantante y autora, sino una gran bailarina. Y encima de todo, de muy buen ver.
Una pasada, como dicen en su tierra.
La alta factura de El Mal Querer le valió un contrato con
Sony Music, cuatro nominaciones a los premios Grammy Latino 2018 (de los cuales
obtuvo dos: Álbum del Año y Mejor Álbum Urbano / Rock Latino), y el ser
incluido por la revista Rolling Stone
entre "los mejores 500 discos de todos los tiempos". De igual forma, le
llevó a participar en los prestigiados festivales Coachella, Lollapalooza y
Glastonbury.
Primer salto mortal
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Escena del video "Con Altura" |
A pesar del prestigio internacional, en
su país no todo fue armonía. La comunidad flamenca la desaprobó no sólo por
"contaminar" al género, sino por ser una catalana "ajena a la cultura
andaluza" y se le acusó de apropiación cultural. La activista gitana
Noelia Cortés señaló: "usa el flamenco como algo cool para incorporar a su disfraz, pero no le importamos socialmente".
En el terreno del pop urbano, La Mala Rodríguez externó llevar décadas
fusionando rap y hip hop con canto gitano, sin por ello obtener el
reconocimiento de aquélla. ¿Qué pudo haber sucedido?
Quizá sea que cuando La Mala lo hizo,
el género era aún considerado una subcultura. Cuando Rosalía aparece, la música
urbana se estaba convirtiendo en el mainstream.
Rosalía llega justo en el choque alto de la ola. Además, a diferencia de
aquélla y muchos de sus coterráneos que se quedaron en su patria, la catalana
se fue a vivir a Los Ángeles, más cerca de una industria que pudiera
reconocerla y darle un empujón global, amén de que la música de Rosalía es
mucho más creativa.
Otra clave para no quedarse sólo en
el reconocimiento de la élite musical o de escuchas indie, han sido las numerosas colaboraciones que a la fecha no ha
dejado de grabar con artistas de diferentes corrientes, géneros y alcances, para
con ello conectar con diferentes audiencias, así como la publicación constante
de sencillos propios, ajenos a sus álbumes.
Para 2019, aunque Rosalía ya había
participado en el disco del colombiano J Balvin, Vibras (2018) con el tema Brillo,
que tuvo mediana visibilidad, el salto que la catapultó mucho más lejos a
escala internacional, fue el sencillo Con
Altura, al lado de El Guincho y el mismo J Balvin: una canción dembow, editada en un momento en que
publicar algo tan descaradamente "reggaetón" era aún
"peligroso" artísticamente, pues el mundo del art-pop aún estaba en
transición hacia la aceptación total de lo "urbano". Podía ahuyentar
a miles (como pasó) que pensarían que "se había vendido"; pero
también podía acercar a millones (como también pasó): a la fecha, el video en
Youtube tiene 2 mil millones de vistas (https://bit.ly/2JNfOWV). La apuesta le
salió bien y salió ilesa del salto mortal que la llevaría al siguiente nivel.
Tras ese trancazo, la empezaron a
buscar más artistas internacionales para que grabara con ellos, como los experimentales
James Blake y Arca (lo que le dio mucha legitimidad artística); el hip-hopero
Travis Scott, la cantante pop Billie Eilish, el vocalista R&B The Weeknd,
los reggaetoneros puertorriqueños Ozuna y Bad Bunny, la dominicana Tokischa.
Cada tema se fue traduciendo en más expansión, incluso entre audiencias de
habla inglesa, a pesar de que Rosalía no ha dejado de cantar en español (salvo
en dos temas recientes), lo cual es otro de sus puntos fuertes. Una definición
firme que han sostenido por ejemplo, dos de los más importantes artistas de su
generación: la colombiana Karol G y el mismo Bad Bunny.
Coronación
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Show Motomami Tour |
Volviendo a su siguiente cambio de
piel, curiosamente, la citada Con Altura
fue tan original en su lírica, divertida y pegadiza en su rítmica, así como
atractiva visualmente (vestida de forma extravagante con bailarinas y nuevos
pasos de flamenco, todo dentro de un avión), que no se vio como un acto que
comprometiera su integridad artística, sino que simplemente presentó a alguien que
había mutado: alguien diferente al personaje solemne de Los Ángeles y El Mal Querer,
que comenzaba a hacerle un guiño a la alegría, el coqueteo sexual y la actitud desafiante
de la lírica "urbana".
Y es este nuevo personaje el que fue
trabajando en pandemia mientras cocinaba su más exitoso álbum a la fecha, el
controvertido, genial y experimental Motomami (2022), que habla sobre
identidad, celebración, sexualidad, espiritualidad, aislamiento, soledad.
Producido entre varios como el
prestigiado Pharrell Williams, así como por Noah Goldstein, Michael Uzowuru,
Dylan Wiggins, de nuevo El Guincho y hasta James Blake, aquí Rosalía compone todos
los temas, y se vio más involucrada en las armonías y melodías, además de haber
tenido más control sobre los sonidos, los timbres y las dinámicas de producción.
Y otro elemento nuevo: sus letras son por primera vez íntimas y personales.
Asombrosamente, este disco, aun
mezclando elementos y géneros de manera inusual e innovadora, lejos de ser
rechazado por "raro", es un éxito comercial. El nombre Motomami, ilustrado con tres mariposas
en cada M, simboliza la transformación de la artista: "yo soy muy mía, yo
me transformo; me contradigo, yo me transformo", canta en la brillante
canción abridora Saoko (https://bit.ly/448rqJj) que combina jazz con dembow. Su foto en portada, ella desnuda con un casco de
motociclista y el pelo esponjado, no sólo es una provocación inquietante, sino
que habla de su nueva desnudez de alma, de hablar de sexualidad abiertamente,
de empoderarse, sin dejar de lado la ironía.
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Portada "Motomami" |
Musicalmente, como se adelantó
arriba, se trata de una serie de collages
de rítmica minimalista, que combina géneros en apariencia distantes (bachata,
bolero, reggaetón, flamenco, electrónica, balada pop), con una producción de pocas
capas: su voz clara y sin efectos al frente, sonidos procesados y filtrados
detrás, con percusiones agresivas pero mesuradas.
Si bien muchos piensan que aquí se
entregó de lleno al reggaetón, es un
error, ya que lo que realmente hace es ir más allá del género y tomar elementos
rítmicos de éste como base percusiva, con la cual juega y a la que distorsiona para
llevar a cabo otra cosa. No abraza al género con sus armonías y arreglos tradicionales,
sino que le extrae sólo la rítmica para armonizar encima acordes de jazz, soul,
R&B y flamenco, y entonces cantar/rapear encima, para seguir siendo cantaora en caló, en simbología y
pronunciación, así como en melodía.
Aunque no todo es mezcla de géneros; hay
un flamenco austero (Bulerías) con
palmas y zapateado, donde lo avant garde son
los procesos de producción, así como melodías sobresalientes donde su
despliegue vocal sigue erizando la piel: Hentai
(de alta carga sexual), Candy, G3N15, la enfermísima y cambiante CUUUuuuute; el cover Delirio de Grandeza y la sutil y
melancólica Sakura. Temas divertidos
como la citada Saoko, Chicken Teriyaki (sorprendente canción
cuyo coro es a capella y la armonía
la lleva la voz sin otro instrumento), Bizcochito
(respuesta a un reggaetón machista de
Daddy Yankee donde él pregunta: "¿quién tú eres?" y una chica dice:
"tu bizcochito"; aquí ella canta: "Yo no soy ni voy a ser tu
bizcochito"); y las inquietantes Motomami,
Diablo y La Combi Versace (con Tokischa).
El disco se siente más como de música
electrónica y recuerda a Björk en Homogenic
(1997) en cuanto a innovación, a recursos tecnológicos e inventiva lúdica, con
una gran voz cubriéndolo todo. No es extraño que la islandesa dijera recientemente:
"mi apetito por la música en español estaba ahí desde antes, como
esperando a la persona adecuada para activarlo, y vino Rosalía y lo
activó". Madonna por su parte, ha dicho: "Pienso que es asombrosa;
única, franca y fuerte, amo su estilo y adoro cómo ha podido llevar la música
tradicional española al ámbito del pop". Y sí: de alguna forma, Rosalía es
como si fusionáramos la originalidad electrónica, escénica y visual de Björk,
con Madonna en cuanto a los atuendos atrevidos y la provocación sexual, así
como por las coreografías propias del pop, pero con la tendencia sonora actual.
En vivo, la propuesta es igual de
pasmosa y acorde a lo minimal del disco: mamparas lisas, inclinadas, con luces
blancas cenitales, planas como de teatro; vestuarios shockeantes, bailarines de aspecto no binario, con un camarógrafo
que porta en vivo una cámara móvil que se va proyectando en pantallas y a veces
es portada por ella misma, al punto de a veces dar la espalda al público para
que el show se convierta en lo que se ve en pantallas. Pero más allá de lo
técnico, en su montaje actual confluyen danza y teatro contemporáneos, arte
visual, cine, poesía, todo ello sin pretensión sobrada, sino con sobriedad y
elegancia, lejos de la solemnidad y cerca del humor, la simpatía, la
volatilidad.
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Rosalía en el Zócalo CDMX // extraordinaria foto de Toni Francois |
Es por todas estas razones, lo
inevitable de su éxito. El fenómeno Rosalía se encuentra ya por encima del
movimiento urbano, aunque use elementos del mismo. Lejana al barrio que vio
nacer al reggaetón, artista instruida cuyas letras y despliegue visual denotan
un refinamiento que la distingue del resto, sublima al género y lo lleva a otro
lado: lo usa como un elemento más, de la misma forma en que toma patrones
rítmicos de la samba, el jazz, el rap, la bachata, el merengue, para transformarlo
en otra cosa, no siempre fácil de describir. ¿Que por qué ha triunfado? Porque
es verdaderamente original y el público lo reconoce.
La artista ha alcanzado un estilo y
una voz propias, que va a prevalecer aunque cambie de fondo, de sonidos y de
género. En sólo tres discos, ha pasado por tres personalidades, pudiendo
quedarse en alguna de ellas como fórmula. Sin embargo, ha demostrado ser una
aventurera arriesgada, que sin duda seguirá explorando territorios hasta donde
su creatividad lo permita, o hasta donde "la fama, que es mala amante y
demasia'o traicionera, que como viene, se va", la siga sosteniendo en lo
más alto.